POR EL WESTERN CAPE

Después de unos días no muy auspiciosos en Cape Town (Ciudad del Cabo), comenzamos nuestra ruta africana por la provincia del Western Cape (Cabo Occidental), siguiendo la ruta N2, que recorre toda la costa sudafricana desde el Cabo hasta la frontera con Mozambique. En estos primeros días nos encontramos con buenas carreteras, un tráfico bastante respetuoso y mucha montaña, a pesar de estar permanentemente cerca de la costa. También con un viento muy fuerte, que nos retrasó bastante la marcha.

Salimos de Cape Town el 27 de noviembre rumbo a Kleinmond, donde ya habíamos estado con Derrick Naidoo, nuestro anfitrión en la ciudad. Tomamos una ventosa autopista que recorre varias townships (nuestras villas o favelas) hasta llegar a una ruta que costea la playa, con la arena invadiendo las banquinas. Ahí, con unos 8 kilómetros recorridos, nos dimos cuenta que habíamos olvidado las caramañolas en la casa de Derrick. Decidimos volver a buscarlas pero ya no encontramos a nadie en la vivienda, perdiendo además de las botellas, tiempo y esfuerzo.

Nos llevó cerca de una hora y media salir de la zona urbana de Cape Town. Antes de subir un paso de montaña conocido como Sir Lawry Pass, desviamos hacia la costa y fuimos bordeando una hermosa bahía (Gordon’s Bay), con paisajes de montaña y playa. Ese día anduvimos más de 9 horas netas, en lo que fue nuestra jornada de pedaleo más larga desde que comenzamos el viaje.

Al día siguiente la ruta se alejó de la costa y comenzamos a recorrer la región del Overberg (interior de la provincia de Western Cape), de centenaria colonización afrikaner, campos de ganado ovino y bovino y viñedos. El viento en contra se hizo fortísimo y nos costó mucho llegar a Caledon, a unos 55 km de Kleinmond. Allí tomamos contacto con Sarie, una compañera de Derrick que, insólitamente, nos mandó un patrullero para que nos acompañe hasta su casa, en un township. Insólitamente, al menos para nosotros, acostumbrados a que en las villas de Buenos Aires, la policía no sea bienvenida. Pero aquí la relación entre las “fuerzas del orden” y la población pobre cambió bastante desde la llegada de Mandela a la presidencia. En la casa, nos recibió toda la familia, compuesta exclusivamente por mujeres, y pudimos disfrutar de un sabroso pastel de queso, una maravilla de la cocina, inusual en Sudáfrica.

Los días que siguieron en el Overberg hicimos jornadas de entre 60 y 90 km. Pasamos por Swellendam, una ciudad donde se instalaron los holandeses, antecesores de los afrikaners, en el siglo XVIII, repleta de testimonios de ese pasado. Tuvimos que quedarnos un día por la lluvia, que se sumó al viento que hacía difícil nuestro avance.

En Swellendam comienza la Garden Route y el camino tuerce hacia la costa del Índico. A las ovejas y las vacas se les agregaron los avestruces, criados para comercializar sus plumas y huevos. En gran número, se acercaban al alambrado a nuestro paso. El viento ya no era tan fuerte y pudimos avanzar más hasta llegar a Riversdale, donde entramos a un coqueto Caravan Park (camping para casas rodantes). Para nuestra sorpresa, al preguntar el precio del camping, el encargado nos dio la llave de una casa. Nos estaba esperando. Venetzia, la ex esposa de Derrick, había gestionado para que pasásemos esa noche allí sin que nosotros supiéramos.

Al día siguiente llegamos a Mossel Bay, una ciudad costera que conserva la memoria de la llegada, en 1488, de Bartolomeu Dias, el primer navegante portugués que recorrió esta zona. En un museo se conserva una replica de la carabela de Dias, construida en Portugal en 1988 y que hiciera la larga travesía marítima hasta Sudáfrica en los festejos conmemorativos del quinto centenario del descubrimiento.

A partir de Mossel Bay la ruta sigue el trazado de la costa, pero no por eso deja de trepar montañas. Nuestra próxima etapa, George, estaba a cerca de 40 km. de distancia, pero se hicieron interminables porque la ruta sube nuevamente a unos 200 metros de altitud. La ciudad está ubicada sobre la meseta. Llegamos casi de noche.

El camino entre George y la ciudad de Knysna es mucho más agradable, cruzando dos parques nacionales boscosos y varios lagos que están a escasos kilómetros del mar. Antes de la ciudad, una trepada de 3 km. nos llevó hasta la vista de un nuevo lago con centenares de patos. En Knysna, nos esperaba la hija de Tom, nuestro contacto en la ciudad, en cuya casa nos alojamos y descansamos un día de estos 550 km. por el Western Cape.

DESVENTURAS EN CAPETOWN
El 17 de noviembre llegamos a Ciudad del Cabo, en un vuelo tranquilo desde São Paulo. A pesar de las dimensiones de nuestro tándem, no tuvimos problema para transportarlo, aunque llegó con algunos golpes. Descubrimos también que la llanta delantera estaba rota, por lo que nuestra estadía en la ciudad se iba a prolongar hasta que pudiéramos reemplazarla. La idea era tratar de conseguir ruedas especiales para tándem. En una bicicletería muy provista tuvimos que esperar varios días para que las trajeran desde Johannesburg, pero cuando llegaron los encargados notaron que habían hecho mal el pedido y que se trataba de llantas de 32 rayos, en lugar de las de 40. Finalmente, en otra bicicletería nos armaron una rueda de características similares a la que teníamos aunque bastante más fuerte, que esperamos que aguante hasta el final del viaje.

En Cape Town estuvimos en la casa de Derrick, a quien conocíamos desde antes por su vinculación con el movimiento cooperativo y de trabajadores. Derrick vive en un barrio pobre y alejado del centro de la ciudad. Moverse desde allí era una complicación porque el transporte público en Sudáfrica es altamente deficiente (una herencia de los tiempos del apartheid, donde los blancos se movían en sus coches y los negros, localizados a la fuerza en barrios apartados, tenían el transporte mínimo e indispensable para ir y venir de sus trabajos).

Derrick se fue unos días y nos dejó un auto. En este país se maneja por la izquierda y con otras reglas de tránsito. Después de un día en que no hubo problemas, volvimos a salir con lluvia y, en una esquina…chocamos. A tan poca velocidad que no se sintió más que el ruido, pero con daños en las carrocerías de los autos que hubo que reparar, otra de las razones por las que nos quedamos en esta ciudad más de lo previsto. Karina, además, tuvo que ir al dentista, y todavía estamos esperando que el seguro médico confirme si va a reintegrar los gastos. A pesar de esta forzada estadía, no recorrimos demasiado Cape Town. Aunque hicimos varias visitas nocturnas, en las que infructuosamente intentamos llegar a la cima de la Table Mountain (el acceso estaba cerrado por los fuertes vientos), desde donde se puede tener una vista de toda la ciudad. Uno de esos recorridos lo hicimos junto Hamid y su hijo, que nos mostraron también el puerto y con quienes compartimos una extensa charla acerca de los problemas y desafíos de la diversidad de lenguas que existen en el país.

LA HISTORIA DE CIUDAD DEL CABO
Ciudad del Cabo es el punto de partida de la historia de injusticias de Sudáfrica. Después de que los portugueses dieran la vuelta al sur de Africa en 1488 en su búsqueda de la ruta a la India, fueron los holandeses los que instalaron una factoría en este punto para sostener su comercio con Oriente. Encontraron una población de pastores, los Khoikhoi (llamados también Hotentotes) y otra de cazadores recolectores, los San o Bushmen (Bosquimanos), sociedades que pronto se desintegraron, avasalladas por el poder militar y económico de la entonces potencia europea. A su vez, los holandeses importaron esclavos de otras partes de Africa, poniendo así las bases de la futura sociedad del apartheid.

El poder holandés decayó a fines del siglo XVIII y en 1806 la zona cayó en poder de los ingleses (la misma expedición fue después al Río de la Plata e intentó conquistarlo). Los afrikaners, descendientes de los holandeses, comenzaron a migrar al interior y chocar con los distintos pueblos que lo habitaban. Ya en el siglo XX convirtieron la sociedad colonial en el Estado racista de mayor duración de la historia contemporánea, que tuvo su fin a inicios de la década del noventa.

Las huellas de esta historia cruel se ven en Cape Town. La casa de Derrick está en las afueras, en una zona de barrios humildes y townships, donde hay enormes problemas sociales que no solo no terminaron con el apartheid, sino que se agravaron en estos veinte años. El 25% de la población sudafricana es portadora de HIV y los servicios sociales básicos casi no existen, siendo muy difícil, por ejemplo, conseguir vacantes para ir a la escuela. La inmigración desde otros países africanos se abrió con el fin del régimen racista y en los townships de Cape Town hay graves conflictos entre las distintas colectividades. Es por esto que dentro de la militancia que participó de la resistencia al apartheid la apuesta en estos tiempos está en la reconstrucción de las redes sociales, especialmente a través del trabajo en las comunidades.

Sin embargo, los barrios pobres parecen más ordenados que sus equivalentes sudamericanos, especialmente por la presencia de calles, casi siempre asfaltadas, pues el régimen racista se ocupaba de pavimentar y mantener las arterias despejadas para ejercer el mayor control militar y policial sobre la mayoría negra. Muchos de los barrios, además, fueron construidos por ellos, cuando a partir de los años cincuentas comenzaron a demoler los barrios habitados por no blancos, para construir nuevas zonas de white people y alejar a los negros, hindúes, mestizos y otras comunidades del centro de la ciudad.

Esto se ve claramente en el District Six Museum, donde se recrean las historias de vida de los habitantes de un barrio multicultural de trabajadores que fue derribado y cuyos habitantes fueron relocalizados a la fuerza, según criterios racistas, en distintos puntos de los alrededores de la ciudad, desintegrando familias, vecindades y redes comunitarias. El museo esta planteado como un espacio de memoria, habiendo sido construido con la participación de los damnificados que tienen alli un espacio para el reencuentro. El trabajo del museo también incluye el reclamo por las antiguas propiedades, de modo que algunos de los viejos habitantes del barrio han recuperado parcelas de tierra en el centro de la ciudad.
Ver fotos del tramo Cape Town - Knysna.

Eastern Cape: en el país Xhosa

Cruzando un puente que los operadores turísticos propagandizan como el más alto del mundo (216 m.) para practicar el extrañísimo deporte de tirarse al vacío de cabeza colgado de una soga (el bungy jumping), entramos a la provincia del Eastern Cape (Cabo Oriental).

Desde Knysna, transitamos una ruta que atraviesa el verde Tsitsikama National Park, un parque de bosque nativo que reúne montañas y costa marina. Bordeamos el océano Indico en Plettemberg Bay y volvimos a subir montañas hasta The Craag, donde acampamos en un albergue llamado Wild Tongue. Allí conocimos a un belga de padre tunecino, Mehdi, experto conocedor del Oriente y admirador de la Argentina, con quien pasamos agradables momentos hablando de lejanas zonas. Las distancias entre los lugares de esta parte de la ruta nos obligaron a hacer etapas más cortas, la segunda de las cuales nos llevó al pueblito de Storm River. Desde allí, la carretera se hizo más desolada, al punto que no encontramos lugares para reponer agua en decenas de kilómetros.

Volvimos a tocar el Índico al llegar a la ciudad de Porth Elizabeth (P.E.), donde conocimos a Basil Brown y a su familia y visitamos el museo de South End, donde se refleja la historia del apartheid en la ciudad, en forma similar al museo del District Six de Cape Town.

A partir de P.E. nos internamos en el país de los Xhosa (se pronuncia Kosa, con un chasquido en la k), uno de los grupos étnicos más importantes de Sudáfrica. Los Xhosa fueron el corazón de la rebelión contra el apartheid, en especial en los llamados home-lands, especie de ghettos creados por el gobierno racista en amplias y pobrísimas zonas del país a mediados de los 70, en uno de los momentos de mayor dureza del régimen. De los home-lands del Ciskei y Transkei, poblados en su mayoría por los Xhosa, surgieron muchos de los líderes del movimiento de liberación, como Steve Biko, Oliver Tambo y el mismo Nelson Mandela, conocido también como Madiba, en alusión a su clan Xhosa.

Saliendo de Porth Elizabeth, debimos trepar bastante para llegar a Grahamstown, una de las ciudades más importantes del interior del Eastern Cape. Como la distancia era grande, debimos dividir la etapa en dos, llevándonos la primera por una vía rápida hasta el poblado costero de Colchester, donde enormes dunas separan un brazo de mar. Ahí la única opción de acampe disponible fue un carísimo caravan park, donde llamamos la atención de nuestros vecinos, la mayoría afrikaners de vacaciones, y de Cappy, un hombre que trabaja con la provisión de agua del lugar, que nos llevó a recorrer la zona en su camioneta.

Al día siguiente salimos tarde y para colmo rompimos la cadena en la primera subida. Mientras la reparábamos, nos alcanzaron unos ciclistas franceses que venían haciendo una ruta similar a la nuestra. Días antes nos habíamos cruzado también con otra pareja de franceses que venían desde Tanzania y con un alemán que la había pasado mal en el Transkei.

La ruta a Grahamstown resultó muy dura, con cuestas largas y empinadas en un paisaje seco pero verde. La región y su población se empobrecieron notablemente, desapareciendo la amplia oferta de lugares turísticos que jalonaban la ruta anteriormente. Los reemplazaron los poblados Xhosa en las laderas de las montañas, con su ganado flaco y de largos cuernos al que se le pueden contar las costillas. El criterio Xhosa para su cría continúa siendo en gran parte el tradicional: la cantidad de vacas muestra el prestigio y la riqueza de un hombre y sirven para pagar a los padres de la mujer con la que se quieren casar, como nos explicaron Aaron y Phumla, nuestros anfitriones en la ciudad de King William's Town, posteriormente. Las vacas pueden pagarse en cuotas, sin embargo, negociando con el padre, con una botella de brandy de interés mensual. Pero todo vuelve después del casamiento, pues esa dote es usada para equipar la vida doméstica del matrimonio.

Los Xhosa se enfrentaron a la migración boer primero y a los ingleses después, cuando estos comenzaron a expandir su imperio colonial a lo largo de las regiones costeras. Llegando a Grahamstoen, empezamos a ver los carteles que señalaban los antiguos campos de batalla, cuando el líder Xhosa Makana organizó un gran ejército que fue diezmado por la tecnología militar británica en 1820, en las afueras de la actual ciudad.
La guerra Xhosa fue una de las más sangrientas de la expansión colonial en África del Sur, junto con la guerra Zulú décadas después.

Los campos de batalla se encontraban en las alturas, y la noche nos sorprendió llegando a un hotel a 6 km. de Grahamstown. Paramos a pedir agua y los policías que estaban reunidos allí que, además, integraban una orquesta (Music Police) nos recomendaron no seguir por lo peligroso de la ruta en la oscuridad. Finalmente, y como en Grahamstown nos esperaban, nos alcanzaron en una camioneta, luego de presenciar una discusión entre dos de ellos acerca de si sobreviviríamos o no en la ruta por el Transkei.

La camioneta nos dejo en el domicilio de Ashwell, quien trabaja diseñando y organizando exposiciones en todo el país sobre la historia de la lucha contra el apartheid. Ashwell nos dejó esa noche su casa para descansar y a la mañana siguiente nos llevo en auto a recorrer la ciudad.

No nos pudimos quedar mucho en Grahamstown porque teníamos organizada una charla dos días después en la Universidad de Fort Hare en East London. La siguiente etapa fue hasta Peddie, una ciudad en pleno Ciskei, sin núcleo de población de origen europeo. Tuvimos que atravesar varios pasos de montaña para llegar.

Dejamos para la mañana siguiente los 50 km. que restaban para King William's Town, la ciudad mayoritariamente Xhosa donde nos esperaban Aaron y Phumla y que nos iba a servir de base de operaciones para movernos hasta East London. En el camino, vimos varios de los refugios utilizados por los jóvenes xhosa para realizar el rito de pasaje que los convierte en hombres. La ceremonia implica la circunsición y un periodo de tiempo de aislamiento en el campo sin comida ni bebida, al que los nuevos hombres deben sobrevivir estoicamente. Todavía hoy, algunos mueren en el tramite, que tiene dos épocas de realización, junio y diciembre.

Aaron y Phumla son militantes del movimiento cooperativo sudafricano, aunque ahora se encuentran desocupados. Viven humildemente en la township Dimbaza, a unos 20 km. de King William's Town, la ciudad del legendario Steve Biko, uno de los lideres de la lucha antiapartheid asesinado en 1977. Pasamos dos días en la casa, conversando sobre los enfrentamientos entre los distintos grupos étnicos, que nos dio una idea más ajustada de la realidad post 1994, y conociendo algunos vecinos y amigos de la pareja. Justo antes de irnos Phumla le regalo a Karina un vestido tradicional khosa.

Habiendo consultado con mucha gente, seguimos el consejo de atravesar el Transkei en ómnibus. El Transkei es una de las zonas más pobres del país, donde el grado de violencia es altísimo, proporcional al hambre y a una desocupación que, según dicen las estadísticas, ronda el 80%. Decidimos no experimentar si el peligro era cierto o no y tomamos un bus hasta la importante ciudad de Durban, que aloja a la comunidad India mas importante de Sudáfrica.
Ver fotos del trayecto por el Eastern Cape.

SEIS DIAS EN DURBAN
Allí nos recibió Gigi., que nos hizo vivir en Durban un adelanto de la visita a la India, desde la comida picante hasta las películas de Bollywood, que vimos tanto en DVD como en una de las multisalas en que pasaban el estreno de la semana. Las películas indias tienen una duración que generalmente es superior a las 3 horas, por lo que las proyecciones acostumbran a ir con intervalo. En el cine hindú, la música y la danza tienen fundamental importancia, de modo que cada film tiene un despliegue enorme de escenas de canto y baile. Todas las películas que vimos trataban el tema a veces traumático del matrimonio, que es acordado por los padres de ambas familias.

También visitamos el templo de Khrishna y los lugares frecuentados por los hindúes de Durban, cuyos antepasados fueron traídos en masa por los ingleses para trabajar en una suerte de semiesclavitud en las plantaciones de cana de azúcar a fines de siglo XIX. Una segunda oleada de inmigrantes indios se desempeño en tareas de la administración colonial o en trabajos profesionales. El mismo Mahatma Ghandi formo parte de esta gran migración. Las experiencias de esta etapa de su vida fueron fundamentales en la formación de sus ideas y practicas de lucha por la independencia de su país.

Durban es una ciudad cosmopolita en la que conviven diferentes grupos culturales, lo que se ve reflejado en numerosos aspectos. Sin embargo, las huellas del aparthied todavía se notan en la poca integración y contacto entre las diferentes comunidades.

Con Gigi y su familia pasamos unos días muy agradables, donde Karina incluso se probo el sari (vestido típico de las mujeres de la India) en sus versiones tamil (el sur del país, de donde provienen la familia de Gigi) e hindi.

En Durban renovamos también la gastada transmisión de nuestro tandem (cadena, cassette y plato medio), para estar listos para la ultima etapa sudafricana atravesando al provincia de Kwazulu-Natal, el territorio de los Zulu, y nuestra entrada a un nuevo país: Swazilandia.
Ver fotos de nuestra estadía en Durban.

el trayecto en sudáfrica


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